sábado, 15 de diciembre de 2012

When will this loneliness be over?


Uno de mis múltiples y abundantes defectos es el de mitificar a las personas. No suelo encariñarme rápidamente, ni con demasiada gente, pero a las pocas personas que aprecio, las aprecio muchísimo. Por eso cuando las cosas acaban por torcerse soy una de las que peor lo pasan. Recuerdo horriblemente que con 13 años tuve que ayudar a una de las personas más importantes de mi vida a recoger sus cosas de mi/su casa y ayudarla a mudarse.  Ese día perdí a esa persona para siempre. Hay muchos factores que ayudaron, y hay un factor al que le tengo especial odio. Así como no aprecio a demasiada gente, tampoco odio en exceso, pero cuando lo hago… Hay que aplaudir a ese factor por su labor destructiva. Destruyó las vidas de mucha gente solo para salirse con sus intereses. Y lo sigue haciendo. Y lo peor es que no puedo hacer nada para remediarlo. Tengo que ver a esa persona mitificada a la que separaron de mi lado hace casi 5 años absorbida por la magia negra de esa bruja. Tengo que sonreír y querer a la persona que un día fue lo más importante de mi vida y fingir que no me doy cuenta de que en realidad esa persona ya no está. 
                De pequeña siempre pensaba que los grandes personajes en la historia de la humanidad tenían infancias o pasado duro, y yo pensaba que para yo convertirme en un grande personaje de la historia también tendría que tener una infancia traumática. Desearía ver a esa niña pequeña y darle las hostias que se que recibirá a lo largo de su vida.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Is there anybody out there?


9 de mayo de 2007, en una tarde muy  lluviosa, en un pequeño estadio de fútbol, debajo de un prisma que se alumbra con láseres, delante de una pantalla, debajo de un gran número de altavoces (realizarían el llamado sonido cuadrafónico). En la pantalla se proyecta una radio antigua, un vaso con alcohol y el humo de un cigarro que sube y desaparece lentamente. De vez en cuando la mano que sujeta el cigarro se acerca a la radio y cambia de dial. La música acompaña todo el rato. Bob Dylan en un principio, pero la mano caprichosa gira la rueda en busca de Vera Lynn. Es uno de los recuerdos más felices que tengo de toda mi vida. Años después, curtida de grandes hostias cortesía del Universo, me refugio en la treceañera que se fue hasta el culo del mundo a disfrutar del concierto de su vida. El mundo apesta, pero contamos con ambientadores como Pink Floyd.